Irreconciliables 2023

María Eloy-García

María Eloy-García es malagueña, nacida en los 70 y licenciada en Geografía e Historia. Ha participado y sido publicada en numerosas revistas nacionales, traducida al alemán, inglés, italiano, portugués, gallego, griego, serbio, croata, macedonio e incluso catalán. Ha sido coordinadora de la I y II Semana Internacional de Poesía de Málaga y desde sus inicios ha cosechado numerosos premios de poesía. Los habitantes del Panorama es su quinto libro publicado, aunque sus apariciones en antologías y traducciones son muchas y aburridas de numerar. Aunque si por algo María Eloy es única y elegida entre las elegidas es por su voz en el escenario como foco de atención; con un sarcasmo y una ironía que le permite pasar del silencio a la risa. En este nuevo libro, promete no dejar en paz a un mundo que se devora a sí mismo, tanto el texto como la puesta en escena darán muchas alegrías a sus lectores habituales y a aquellos que todavía no saben lo que se están perdiendo. Ha puesto la mirilla y va cargada, avisamos.

     

    las cosas del barrio

    Las cosas del barrio tachonadas de chicles dejados a la impronta primera de la desgana lateral del escupitajo, el quiosco rodeado por pensionistas que destellan el impulso semigaláctico de la cerveza; hablando del contrabando de tabaco, actualizando cartillas exiguas bajo el toldo del cajero que ya no da, y un olor a meado de gato por las esquinas todas del quiosco cubierto de la pringue entera del verano; las palomas enfermas picando mugre sobre césped ralo, zureando sexo el palomo con la misma roña en la pluma que en el pelo de la vieja de batita que pasea su estar de acuerdo con el nadie que hay siempre a su lado; un señor occidental, qué pena, con pantalones cortos y camisa abierta que en vez de andar tira las piernas, con las chanclas llenas de uñas arrastrando a una mascota también obesa por la acera trufada de mierdas con forma de chantilly; se para, de repente, frente al señor que lleva su oxígeno en un carrito para decir una sola frase que es contestada desde la profundidad de unos pulmones como odres estrujados que salpican salivazos al horizonte muy tocho de esta tarde.
    Una pequeña cotorra abre sus alas verdes sobre la tensión azul fauvista del aire. Hinco la cabeza en la misma esquina de volverme y veo que ya no estoy allí. Mira, mira bien el muro grafiteado donde te das de frente y, justo donde “Vane ama a Iván”, ahí mismo, languidezco como una hermana Brönte cualquiera caminando hacia su Haworth. Lo que se siente te exime de donde estás, te lleva de la mano a los confines del espacio tiempo, a estar y no. El chicle que se me pegó a la suela de esta mañana me ha mantenido entre la realidad y el vuelo.